Texto Artista
Quisiera agradecer a Simonetta Rossi por haber elegido mi obra entre tantas otras para participar en esta residencia en Casa Poli. A Sofía von Ellrichshausen quien me introdujo en la primera mirada a Casa Poli el día de mi llegada. A Mauricio Pezo a quien no conocí pero sí pude ver materializado su pensamiento arquitectónico durante mi residencia. A Rosemarie Prim y Eduardo Meissner por un domingo maravilloso donde me contaron la pequeña historia que construye la gran historia de Casa Poli, esos cuentos que finalmente lo revelan todo. Y por qué no decirlo, debo agradecer también a madame Eulalie por haber tenido la primera visión de este emplazamiento en el océano pacifico y su inequívoco gesto en elegir a Rosemarie para que todo continuará y es lo que me permite hoy estar aquí.
Sobre mi trabajo:
Durante los últimos 15 años he trabajado con la noción de tejido, con la construcción del tejido, la trama, la torsión del hilo, la hebra perdida. Desde ahí, con el “hilo de la historia”, de una historia personal al menos, y con su imposible recuperación. De niña, confundía las enseñanzas primarias de los oficios domésticos con los relatos heroicos del exilio en Francia y las dos guerras, que mi abuelo catalán y republicano, contaba reiteradamente intentando quizás fijar un imaginario.
Yo no aprendí a bordar para bordar en el arte, esa fue una enseñanza tediosa de cada verano e invierno de toda mi infancia.
La economía doméstica transmitida por mi abuela española siempre fue para mí la práctica de una economía de guerra, ejercicios disciplinados de parche, zurcido, bordado, remendado, tareas que ayudaban además a vencer el ocio del
“medio-día”, padre de todos los vicios.
En el año 1988 ese oficio adquirido para otras necesidades me permitió dibujar sutilmente sobre una sábana vieja, hacer manchas con telas y trazar líneas con el hilo y la aguja y también con la máquina de coser.
Las telas sobre telas de diferentes transparencias y rugosidades más los múltiples sistemas de costuras han sido para mí la manera que yo he tenido de pintar y dibujar en el arte. Nunca he remedado el bordado, lo que he hecho es realizar manchas, formas y líneas sobre diferentes soportes hasta llegar a bordar directamente sobre los muros.
Esos ejercicios tediosos de la infancia también me permitieron, años más tarde, abordar la cuestión de la escritura y bordar por primera vez, en el campo simbólico del arte, un texto a punto cruz (año 1994).
Mis referencias generales provienen del rescate de relatos orales, manualidades perdidas, historias olvidadas, documentos de archivo, frases buscadas. Las fotografías y documentos desplazados por fronteras hasta llegar a Chile me permiten entretejer una memoria y construir una historia posible. Mi trabajo de arte pretende establecer cruces entre el espacio femenino y particularizado de lo privado y aquél espacio político e histórico de lo público. Resuelvo éste tránsito a través del tejido y sus metáforas materiales y escriturales. El tejido, porque entrecruza una trama y una cadena, metaforiza toda relación intensa entre dos individuos, entre dos imágenes, entre dos palabras, entre dos recuerdos, entre dos obras.